Odiaba a los flacos

No sólo las mujeres se ven afectadas por desórdenes alimenticios. En el caso de los hombres, el aislamiento y la falta de ayuda profesional pueden ser, incluso, más severos.
Tim Marsh tiene 26 años, es alto y se ve atractivo con su corte de cabello moderno y sus pantalones flojos. De niño era gordito; para llenar un vacío emocional, recurría a la comida. "En casa siempre ha habido problemas", dice. "Yo trataba de sobrellevarlos siendo `el divertido', pero, por dentro, me sentía fatal por mi aspecto".
La Asociación de Desórdenes Alimenticios (EDA, por sus siglas en inglés), calcula que, en Gran Bretaña, una de cada diez personas afectadas es de sexo masculino. La cifra exacta puede ser mayor: no es fácil detectar este tipo de problemas en los hombres, pues no desean admitir su enfermedad. Cuando Jim ingresó a la universidad, en Glasgow, empezó a ir al gimnasio. Pesaba casi 90 kilos. Los resultados le encantaron.
"Entrenaba dos o tres horas por día. Si no iba al gimnasio, corría unos 16 km". Conforme perdía kilos, sus amigos y familiares le decían que se estaba excediendo. "Sentía que trataban de impedir que me convirtiera en quien yo deseaba ser". En la época en que se tituló, Jim se atracaba de comida y después vomitaba y pasaba horas en el gimnasio. "Llegaba hambriento a casa y, para no comer, salía a beber y a usar drogas". Un día, se rompió la espalda en un accidente de motocicleta y, en el hospital, sólo le preocupaba engordar. "Me dijeron que necesitaba entre tres y cuatro mil calorías diarias, pero yo no comía más de 400". Al salir, lo recibieron sin problema en el gimnasio, a pesar de que su columna aún no estaba bien. Su sistema inmune enloqueció y su cuerpo se llenó de úlceras. Finalmente, Jim reconoció que tenía un problema. En la red, descubrió el Servicio de Problemas Alimenticios (en inglés, EPS). Por consejo del terapeuta de la organización, ingresó a una clínica residencial. Actualmente, está saludable y admite: "Si no hubiera entrado a la clínica, estaría muerto".
JULIA LLEWELLYN SMITH,
en el Sunday Telegraph Magazine

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