¿Qué temen los hombres del sexo?

Por Wardell Pomeroy

Aun en esta época, en que se ha tomado una mayor conciencia del aspecto sexual, prevalecen ansiedades en torno al amor físico. Un eminente sexólogo analiza nueve temores muy comunes en los varones, y propone algunas maneras de superarlos

1.- Miedo de ser diferente. De todas las preguntas que me han hecho a través de los años, quizá la más frecuente es: "¿ Soy normal ?" Los varones desean saber si se asemejan a los demás en su conducta sexual, y si sus prácticas sexuales, sean cuales fueren, encajan dentro de lo que se considera aceptable y "normal". Quienes tienen este miedo de ser diferentes experimentan un gran alivio cuando se les dice que el concepto de "normalidad" sexual carece totalmente de significado. Mucho mejor que perder el tiempo en comparaciones inútiles es averiguar si uno no está lastimándose a sí mismo o a otra persona con su conducta sexual, y si en realidad disfruta de las variedades amatorias que practica.

2. Miedo a la impotencia. Si los temores sexuales masculinos se clasificaran según el número de personas que los padecen, quizá el miedo a la impotencia figuraría en primer lugar. Y es irónico que sea ese mismo temor la causa principal de la impotencia.

La mayoría de los varones experimentan dificultades para funcionar sexualmente cuando han bebido mucho o están cansados, o cuando algo les preocupa, o sencillamente, cuando no tienen ganas de hacer el amor. Por desgracia, sus dificultades se reflejan visible e inmediatamente. Y, lo que es peor, si en determinado momento no pueden tener erección, como tarde o temprano ocurre a casi todos, quizá surja una ansiedad continua acerca de lo que sucederá la siguiente ocasión. Y esta ansiedad puede convertirse en realidad por su propia culpa.

Es imposible alcanzar la erección por la sola fuerza de la voluntad, pero hay maneras de sobreponerse a la impotencia temporal. Si el que' la sufre aparta la mente del propósito inmediato (lograr la erección) y se concentra en el proceso de excitación mutua —acariciar a su compañera, tocarla, mantener el contacto erótico— quizá llegue, a pesar de todo, a tener la erección.

Si bien existen causas físicas de la impotencia, las causas síquicas son numerosas y complejas. Sin embargo, en el decenio pasado, los especialistas en terapia sexual lograron grandes avances para descubrir estas causas y, por medio de diversas técnicas clínicas, atenuarlas.

3. Miedo a la eyaculación prematura. Este problema aflige a hombres de todas las edades, y la ansiedad por su posible repetición muchas veces llega a ser realidad por su propia causa. La razón de la eyaculación prematura es casi siempre sicológica: El cerebro recibe la señal de que la salida del semen es inminente, pero, por varias causas emocionales, fallan los mecanismos que normalmente impiden la reacción. Al incrementar la frecuencia del contacto sexual, muchos varones pueden retrasar la eyaculación en el segundo o tercer intento. Desde luego, esto es más fácil para los jóvenes, que pueden tener una nueva erección poco después de la primera eyaculación, pero, con tiempo y paciencia, también los mayores pueden lograrlo.

La mayoría de los terapeutas en sexualidad han obtenido éxitos notables en el tratamiento de este problema. A algunos varones —sobre todo a los que tienen una compañera comprensiva— les ha servido mucho analizar la dificultad y determinar las causas sicológicas para luego aprender a ejercer ese control.

4. Miedo de no funcionar apropiadamente. Un hombre puede no dar indicios de impotencia y no tener dificultad para controlar su eyaculación y, sin embargo, experimentar ansiedad en cada acto sexual. Aquí también las barreras son sicológicas: detrás del miedo de no responder adecuadamente hay una ansiedad básica: el miedo al rechazo.

El temor a fracasar en el acto sexual no es un problema fácil de superar para el hombre. Si tiene suerte, su compañera comprenderá el hecho de que no responda siempre que se le requiera. Y el, hombre que experimenta esta ansiedad puede también ayudarse si to en cuenta que un buen desempeño sexual no implica necesariamente introducir el pene, pues el orgasmo en la mujer puede alcanzarse de otras maneras.

5. Miedo de que el pene no sea del tamaño adecuado. Son muchos los varones que se preocupan por el tamaño del pene. Esta ansiedad se basa en la creencia errónea, aunque muy difundida, de que, al erguirse, el pene aumenta proporcionalmente el tamaño que tiene cuando está en reposo. Cierto que los penes difieren en tamaño cuando están fláccidos, pero, ya erectos, son muy semejantes. Y lo curioso es que estas diferencias tienen poca importancia para la mayoría de las mujeres. Lo importante de un hombre no es el tamaño de su pene, sino lo que sepa hacer con todo su arsenal de recursos eróticos.

6. Miedo de envejecer. Muchos temen a la vejez porque creen llegará un momento en que ya no puedan funcionar sexualmente. Los hombres alcanzan el cenit de su potencia sexual alrededor de los 18 años: Los investigadores aclararon, sin embargo, que la declinación sexual es un proceso muy lento y que se prolonga toda la vida. Pero es común que los hombres, consciente o inconscientemente, se fijen ellos mismos un límite: los 50, los 60 o, si son optimistas, los 70 años.

De los varones de 70 años realmente impotentes, no es fácil determinar si lo son por enfermedad física grave o por sus propias barreras sicológicas. No hay razón fisiológica para que un hombre no pueda tener erecciones durante toda su vida, siempre que esté físicamente sano.

7. Miedo a las demandas insaciables. La literatura y el cine contemporáneos, y buena parte de la retórica que ha acompañado al movimiento de liberación femenina, contribuyeron a magnificar un problema que siempre fue trivial para el hombre: la imagen de la mujer insaciable. La verdad es que existe una amplísima variedad de necesidades sexuales, tanto entre los hombres como entre las mujeres.

Uno de los logros de la liberación femenina es la conciencia de que su cuerpo les pertenece, y de que no tienen por qué acceder a las demandas sexuales de los hombres, si no lo desean. El mismo efecto liberador tendría el que los varones que temen ser incapaces de satisfacer las demandas de su compañera comprendiesen que tampoco ellos tienen tal obligación. En la medida en que los hombres y mujeres aprendan a aceptarse como iguales, y a entender que cada persona tiene necesidades sexuales muy personales, este temor irá desapareciendo.

8. Miedo a la homosexualidad latente. Casi todo hombre ha leído u oído que algunos varones no tienen conciencia de su homosexualidad hasta que algún acontecimiento crucial los lleva a descubrirla. Este descubrimiento origina a veces en quienes tienen fuertes prejuicios contra la homosexualidad, un intenso temor de que exista en ellos mismos una zona sexual afectada por esta tendencia.

Sin embargo, la mayoría de los hombres que son predominantemente heterosexuales no tienen razón para temer que las pautas de su vida sexual vayan a virar en redondo. Deberían recordar que casi todos los hombres tienen algún contacto homosexual en su niñez y adolescencia, sin que por ello dejen de llevar de adultos una vida sin desviaciones.

9. Miedo de que la esposa se interese sexualmente en otros hombres. En nuestra cultura, orientada hacia la masculinidad, se ha pensado siempre que es al hombre a quien le está permitido descarriarse y la mujer quien agoniza por sus andanzas. Sin embargo, en muchos casos actuales, la carga de este temor recae en el hombre. El sentimiento de posesión que forma parte de la mentalidad del "macho" y los celos que inevitablemente surgen de ese sentimiento, ha acarreado demasiada violencia y desgracia.

Con todo, el hombre dominante que se cree dueño de su mujer, que quiere que nadie más la "posea, que en todo momento cree que de un momento a otro lo engañará, tal vez tenga miedo de su propia insuficiencia. Es esencial que un hombre así cambie de perspectiva. La mujer que comprende este temor y que en silencio trata de infundir confianza a su marido, tiene mayores posibilidades de alcanzar una relación equitativa y feliz que aquella que reacciona con cólera o indignación ante los celos de su pareja.

A otros, por supuesto, les inquieta un problema diferente, aunque vinculado a este mismo aspecto: pese a su firme propósito de fidelidad tienen fantasías sobre otras mujeres, y no alcanzan a verlas como perfectamente normales. Creen que alguna vez tratarán de convertir sus sueños en realidad, con la misma firmeza con que el celoso achaca a su mujer intenciones que no alimenta. Ese miedo, por lo general, carece de fundamento. Tanto los hombres como las mujeres deben comprender que las fantasías pueden ser una rica contribución a la vida, y no funestas precursoras de una conducta inmoral.

El miedo y el sentimiento de culpa han causado un daño incalculable a la vida sexual del hombre y de la mujer. Si bien la mayoría de nosotros lo entendemos, muchas veces es difícil emplear ese conocimiento para mejorar nuestra propia existencia. Una mujer que comprenda realmente los temores que asaltan al hombre, y los desastrosos efectos que tienen en las relaciones amorosas, puede hacer mucho por eliminar esos temores. Quizá se requiera en última instancia el consejo profesional, pero a menudo basta el entendimiento y la cooperación de la mujer. Ningún hombre o mujer vive libre de algún temor; pero, al menos, está a nuestro alcance eliminar esos temores sexuales infundados que impiden la realización plena de uno de nuestros más grandes deseos.

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