Ellas hablan, nosotros no las escuchamos

el y ella

Las mujeres pronuncian al día unas 25,000 palabras, mientras que los hombres sólo 10,000, (Obvio que en promedio). Sin embargo, la queja femenina más frecuente es: «Nadie me escucha». ¿Qué sucede?Las mujeres tienen más desarrollada que los hombres la zona cerebral relacionada con el lenguaje. Esto podría explicar por qué ellas pronuncian más palabras por minuto que nosotros. Sin embargo, tal particularidad fisiológica no otorga a sus palabras el don de la persuasión. Más bien al contrario, porque todos sabemos que, cuando nosotros o los hijos decidimos hacernos los sordos, no hay cerebro que valga.

La mayoría de las veces no les prestamos atención a lo que nos dicen las mujeres. Y en respuesta sólo alcanzamos a decir si, aja, mmmm.

Para un niño resulta aburrido escuchar quinientas veces que debe recoger su habitación y meterse en la cama, pero cuando son ellas quien lleva quinientas veces repitiéndolo, son ellas las que se rinden y terminan por enfadarse en vez de pedir.

Los hombres nos desconectamos en cuanto percibimos un exceso de palabrería… En realidad la distinta conducta comunicativa de cada sexo tiene mucho que ver con la diferente educación que recibimos nosotros y ellas.

Es cierto, los varones nos desconectamos, pero hay que reconocer que las mujeres no se explicación con precisión. Dan demasiados detalles, tantos que en ocasiones llegar al final del mensaje está en segundo lugar para ellas. Los hombres, en cambio, nos expresamos con mayor concreción (ojo, no quiere decir que sea mejor).

Para optimizar el diálogo conviene tener en cuenta estas peculiaridades y adoptar estrategias que contribuyan a que las escuchemos con algo más de atención. Por ejemplo:

OPORTUNIDAD

Ellas tienes que entender que hay que saber elegir el momento para realizar una comunicación. Eso resulta más eficaz que perseguir a la familia, día tras día, con una perorata. Este don se considera relevante cuando hay que dar un sermón a los hijos, porque un discurso a destiempo no surte efecto. Y los peores momentos para sermonearlos son las batallas familiares… la tensión hace que cualquier recomendación no sirva. En cambio, funciona muy bien recordar las normas de convivencia a los niños cuando reinan en el ambiente el sosiego y la armonía.

CLARIDAD

Se ellas consiguen decirnos algo, es porque han invertido unos minutos en pensar lo qué quieren transmitir y han ponderado lo que esperan que captemos. Si… son muy listas.

LA SENCILLEZ

Lo simple reduce de manera considerable los malentendidos. Además aporta fuerza a los mensajes. Cuando se tiene claro lo que pensamos, también tendemos a hablar claro. Lo contrario contribuye a ofrecer una imagen de inseguridad. También conviene acostumbrarse a actuar de forma consecuente con esta claridad que se pretende transmitir. Hay que comprender que ser explícito no equivale a ser antipático. Sólo significa que sabemos enunciar nuestros pensamientos y defenderlos.

HACER VALER LAS IDEAS

Esta actitud podemos ponerla en práctica en todo momento; cuando nos enfrentamos a un vendedor pesado (-No quiero libros, gracias), a una injusticia burocrática (llevo esperando dos horas y me parece inadmisible.), a uno de esos médicos impacientes que pretenden despacharnos en dos minutos (dígame a qué me expongo tomando este medicamento.) o con los hijos (tienes que sentarte a la mesa ahora mismo).

BREVEDAD

Analicemos los anuncios de la tele; sus mensajes son concebidos para cautivar a la audiencia durante 20 ó 30 segundos. Los creativos utilizan frases cortas que captamos de inmediato y que provocan en nosotros una respuesta positiva. ¿Por qué no copiar la fórmula?: brevedad, concisión, coherencia... He aquí la pauta a seguir.

SEGURIDAD

Has notado como muchas mujeres tienden a disculparse sin venir al caso (igual lo que voy a decir sobra, pero....) o se infravaloran (aunque parezca tonta, yo creo....) son recursos frecuentes de la oratoria femenina. Auto excusarse es un rol aprendido. La mujer ha estado relegada a un papel secundario a lo largo de la historia y esto no les aporta seguridad. Por eso se justifican demasiado.

En cambio, a los hombres no nos preocupa tanto que alguien nos tache de inoportunos o que nos critiquen por nuestras ideas. Empezar una frase con una disculpa delata que el hablante tiene poca confianza en sí mismo(no importa si eres hombre o mujer). Además, cuando damos tantos rodeos, corremos el riesgo de que, al llegar el momento de exponer la verdadera clave del asunto, el público ya esté en otra cosa.

Otro error frecuente que también resta seguridad a los mensajes consiste en amilanarse cuando el otro no responde o no lo hace como esperábamos. Hay que evitarlo.

En cuanto al diálogo con los más pequeños, para lograr que las escuchen tenemos que apoyarlas e intervenir en lo necesario. Incluso debemos cambiar el tono para adecuarnos a lo que ella les quiere dar a entender. Recordemos que negociar con los hijos da resultado. Aquello de «esto es así porque lo mando yo) cierra puertas a la comunicación. Cuando comprenden nuestras razones nos hacen más caso y obedecen de mejor manera.

¿Tu escuchas lo que te dice tu pareja?

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