¿Por qué es importante saber de sexo?

Esta pregunta es una reducción al absurdo en sí misma. La duda ofende. Como si fuéramos tontos, inhumanos excluidos de la sexualidad, como si no tuviera que ver con nosotros y se tratara de un capricho. Como si nos asombrara, por ejemplo, que para conducir un coche es necesario conocer dónde están el acelerador y el freno.

Sin duda es obvio que para manejar algo debemos saber de ese algo. Nada tiene de escandaloso que los humanos consideren importante saber de sexo. Más bien es inmoral e inhumano no saber de sexualidad o guardar silencio al respecto, ése es el asunto.

Presumimos como especie de ser los más evolucionados. Con base en ello ostentamos el poder de educar los instintos. Convertimos el hambre en arte gastronómico creando belleza educada para modular un acto reflejo alimentario de supervivencia. Nuestros cachorros, los niños, son adiestrados para contener el impulso infantil y animal de orinar o defecar cuando el cuerpo se lo pida: a base de educación logramos controlar el instinto de eliminar los restos del metabolismo ordenando dónde, cómo, cuándo. ¿Acaso la sexualidad no merece igual trato? Sería lógico. En cambio negamos, ocultamos, nos avergonzamos y finalmente fracasamos en educar el deseo sexual para convertirlo en algo eficaz al servicio de nuestros propósitos. Por culpa del silencio acaba siendo un despropósito, un aborto cultural.

Por culpa del silencio una de cada cuatro mujeres rige un hogar sin hombre. Por ese mismo silencio, el cáncer del cuello de matriz —que se provoca frecuentemente por las relaciones sexuales sin protección, que muchas veces llevan a la transmisión del virus de Papiloma Humano (VPH)— es la primera causa de muerte de mujeres. Por no decir, uno de cada dos hogares viven violencia familiar. Por no informarse y estar presas de machismos ancestrales cercanos al esclavismo, las mujeres se creen tatuadas por la desfloración virginal y dicen "ya no sirvo'. Se viven anuladas por el embarazo que la sociedad promueve contradictoriamente y dicen "fracasé'. Se sienten obligadas a tener compañero para no ser "dejada" o "quedada'. Se creen mujeres completas porque menstrúan y están convencidas de que dejan de serlo por la menopausia.

Por el mutismo y la mordaza imperantes son contagiadas de sida por su compañero promiscuo aunque sean "santas'. Por no poder negociar la relación sexual y sus cuidados, las mujeres tienen hijos que no desean, aceptando la calentura masculina sin mayor responsabilidad en las consecuencias. Por callar, el 10% de nuestros niños varones y el 15% de nuestras niñas son abusados sexualmente en la familia, y se callan o no les creen cuando se quejan. Por no informar, 366 mil embarazos tienen lugar en adolescentes menores de 18 años que no acabaron de crecer.

Por silenciar, ocurren abusos que no se delatan y acaban licitando al culpable. Por el mutismo, las mujeres simulan tener orgasmos con sus parejas cuando en realidad no sintieron nada porque sólo él se satisface sin preguntarse si ella es distinta y requiere de otro ritmo o de otras caricias. Por no nombrar, el sexo genera hijos que son abandonados en la calle, o abortos que se llevan de por medio la vida de las jóvenes, o parejas que fracasan porque todos disimulan y nadie dice lo que en verdad siente. Por no educar en sexualidad, los hombres tienen miedo del tamaño de su pene y las mujeres del aspecto de su vulva desconocida. Por culpa del silencio las mujeres son explotadas y discriminadas en su trabajo, penalizadas por tener hijos (¿no que la familia?), se las considera "viejas" toda su vida y se suicidan por todas estas causas. Esto es sexualidad, cuestiones de género, y no necesariamente estamos hablando del Kamasutra sino de la condición humana.

Pero no son las únicas. Por culpa del mismo silencio se obliga a los hijos varones a sentirse obligados a ser fuertes y a ganar dinero, a que no les falle la erección, a no ser eyaculadores precoces, a conquistar mujeres de continuo por el miedo a "no ser" arrojados a la circuncisión obligada y a la vasectomía prematura para ser modernos, disimulando su compañerismo para que no los llamen "mandilones”, con ganas de llorar sin que nadie se los permita y sin un hombro a la mano, sin posibilidad de criar de cerca en la ternura a sus hijos. Y tantas cosas más...

Educar la sexualidad es necesario, y no se vale el pretexto de que tenemos miedo a las palabras: el silencio nos está matando. Hoy se sabe científicamente (lo reporta ONUSIDA, Programa conjunto de las Naciones Unidas sobre VIH) que las culturas que dan educación sexual desde la infancia inician sus relaciones más tarde, que la precocidad es hija del primitivismo, no de la cultura, que educar no los hace promiscuos sino responsables. Por tanto, perdamos el miedo a informar con la verdad. No educar es un delito de lesa humanidad. Habrá que hacerlo sin miedo porque no hay desvergüenza alguna, al contrario. El sexo es un don que poseemos, un premio biológico, un lugar de placer, de comunicación humana para dar y recibir una sensación física y moral positiva, no es algo oculto y siniestro. La sexualidad es un anti estrés, un premio frente a los sinsabores y la presión cotidiana. Pero como toda sabiduría exige manejar el mecanismo, el proceso y las consecuencias. Conocerlo es una herramienta de libertad, crecimiento, ventaja. No saber acerca de ello nos convierte en analfabetas de algo que nos pertenece como esencia humana y, ya sabemos que: "la ignorancia es la madre de todos los vicios': No hay justificación para seguir callando sobre el tema.

¿Te puedes embarazar por un faje?

Si por faje se entiende tocamientos, caricias y besos, y se lleva a cabo con la ropa puesta, no hay posibilidad de embarazo. Sin embargo, si hay contacto del pene con la vulva, hay probabilidad, porque aunque no se haya eyaculado, el líquido pre eyaculatorio contiene espermas, pero aun ante la desnudez y el acercamiento físico, si no hay un roce de genitales, no hay probabilidad de embarazo.

¿Es posible aumentar de estatura después de la edad adulta?

AltoEntre la seudomedicina de muchas páginas de Internet se promueve una gran cantidad de tratamientos inseguros en el peor de los casos, e inútiles en el mejor: uso de suplementos alimenticios, cirugías para el alargamiento de las piernas y diversos ejercicios. Ninguno de ellos ha sido objeto de un protocolo médico cuidadoso.

El único enfoque plausible es el empleo de tratamientos hormonales que, sin embargo, sólo se aconsejan en los casos clínicos en que es necesario administrarlos, es decir, cuando los niveles de la hormona del crecimiento son anormalmente bajos y es indispensable normalizar el peso, la masa muscular, la distribución de la grasa corporal y el tejido del corazón. Quien desee usarla sólo por vanidad debe recurrir mejor a un psiquiatra que quizá le diagnostique 'trastorno dismórfico del cuerpo', una inconformidad patológica con la apariencia personal.

Si te practicas la circuncisión, ¿tienes menos posibilidades de contraer una ETS?

Ya se tiene suficiente evidencia científica que demuestra que los hombres no circuncisos son más propensos a adquirir infecciones en el tracto urinario, así como sífilis, úlceras, cáncer de pene y VIH. Se busca desmitificar la circuncisión con respecto a la religión, cultura e ideas sociales para integrarla al paquete de prevención y lucha contra el sida. No obstante, hay muchos especialistas, que se oponen ya que la consideran una manera de infringir sobre los derechos que todo hombre debe tener sobre su cuerpo y su morfología, además de que puede instar a que el uso de preservativos disminuya. Subrayan que dicha intervención en ningún momento sustituiría el uso del condón y otras medidas como la fidelidad o la abstinencia. Sin embargo, sí se reconoce como un método de disminuir dolencias comunes urológicas. Sólo 30% de la población masculina a nivel mundial es circuncisa.

¿Los hombres se excitan más fácilmente de forma audiovisual que las mujeres?

Un grupo de investigadores de Nature Neuroscience realizó un estudio con 28 hombres y mujeres a quienes pidieron observar imágenes eróticas mientras un aparato de resonancia magnética escaneaba sus áreas cerebrales. Les mostraron fotografías de parejas heterosexuales teniendo sexo, desnudos eróticos de modelos del sexo opuesto y de hombres y mujeres realizando actividades no sexuales. Encontraron en el escaneo que ciertas áreas del cerebro, la amígdala y el hipotálamo, se activaban más intensamente en los hombres que en las mujeres al observar estímulos visuales idénticos y de manera simultánea. Eso los llevó a concluir, que en efecto, los hombres reaccionan de manera sexual por efectos visuales más que las mujeres. Además, la investigación afirma que los hombres piensan más en sexo que las mujeres.

¿De qué se alimenta el cerebro?

Para hacer su incesante trabajo, el cerebro necesita obtener energía de los alimentos, y los que permiten extraerla con más eficiencia son los carbohidratos (contenidos en el pan, el frijol y el arroz, por ejemplo). Los procesos metabólicos los descomponen en glucosa, que circula en la sangre y es la fuente primaria de energía para las células.

El cerebro exige mucha glucosa de la sangre: aunque sólo pesa alrededor de 2% del total del cuerpo, consume casi un quinto de la glucosa. Además, para estar sano, el tejido cerebral requiere 10 veces más sangre que el tejido muscular, lo cual se debe a que el cerebro, a diferencia de los músculos y diversos órganos, no puede almacenar la glucosa para usarla después. Necesita alimentarse todo el tiempo y la glucosa le es imprescindible; sin ella, carecería de energía para enviar mensajes a las neuronas.

Las grasas y las proteínas son más difíciles de convertir en glucosa; en caso de apuro, el cuerpo la obtiene de las grasas, pero entonces se producen unas toxinas llamadas cetonas que, al circular en la sangre, causan irritabilidad, apatía y cansancio. Ciertas dietas para adelgazar provocan una acumulación de cetonas en la sangre.

Y como no sólo de pan vive el cerebro, para pensar, recordar y analizar no sólo requiere glucosa sino también proteínas, que le sirven para producir ciertas sustancias indispensables, denominadas neurotransmisores. En este sentido, podría decirse que, para alimentar al cerebro, el pescado "da buena espina", puesto que es una riquísima fuente de proteínas, como también lo son la carne y casi todos los lácteos.

Las proteínas no van directamente al cerebro: durante la digestión son descompuestas en moléculas de aminoácidos, o "ladrillos" de que están hechos los neurotransmisores. El triptófano, por ejemplo, sirve para producir la serotonina, neurotransmisor que interviene en el estado de ánimo y en la percepción del dolor. Y de la tirosina (otro aminoácido) se obtiene la dopamina, que interviene en la percepción del placer y en el estado de conciencia.

Comer demasiadas proteínas no vuelve a nadie más sabio, aunque quizá sí más gordo por efecto del exceso de calorías. Y no comerlas durante mucho tiempo acaba con el cerebro, que llega literalmente a alucinar o que, para evitarlo, se ve obligado a saquear las proteínas del tejido muscular magro del organismo. Por eso, quienes no comen como es debido tienen una apariencia exangüe, larguirucha y desmedrada.

En muchos sentidos, el cerebro es el más protegido de todos los órganos del cuerpo. Hasta tiene lo que podría llamarse un acuerdo especial con el sistema circulatorio. Antes de llegar al cerebro, toda sustancia del torrente sanguíneo tiene que cruzar por una densa red de células y de vasos capilares: la barrera cerebrovascular, tan apretada que sólo ciertas moléculas pueden rebasarla. Las pequeñas moléculas de oxígeno, por ejemplo, pasan con mucha facilidad, y además ayudan a que pasen los aminoácidos y la glucosa; asimismo, se permite el paso de ciertas sustancias que modifican el estado de ánimo: cafeína, alcohol y morfina, por ejemplo.

La hipófisis y ciertas partes del hipotálamo no están protegidas por dicha barrera porque deben quedar expuestas a la acción de las hormonas que viajan en la sangre. Por consiguiente, los cambios fisiológicos que podrían perjudicar el equilibrio del sodio, la glucosa, el potasio y otras sustancias cerebrales, pueden corregirse sin tardanza.

Qué sucede si nunca has sido penetrada y sangras cuando te masturbas

De ocurrir esto, es necesario que veas a tu ginecólogo. Las causas pueden ser múltiples, como problemas en tu aparato urinario o en órganos genitales. Al venir el orgasmo, aunque no haya coito, sólo al penetrarte con algún objeto, el impulso provoca que la sangre generada por una infección o algún padecimiento encuentre una vía de salida. Los casos conocidos de sangrado post-orgasmo generalmente se deben a presencia de endometriosis, pólipos, lesiones en el epitelio vaginal, lesiones intraepitetiales del cérvix, o hasta simples infecciones de la vejiga y sus conductos. Hazte checar pronto.

Sexo en el cerebro

Una revista demográfica estadounidense sacó a la luz los resultados de una encuesta llevada a cabo por un grupo de investigadores que hicieron un seguimiento de más de 10,000 adultos en 1997 y descubrieron una conexión entre el apetito sexual y la inteligencia. Parece ser que, cuanto más inteligente seas, menos relaciones sexuales tienes o quieres tener. Los intelectuales con estudios de posgrado registraban 52 relaciones al año, comparado con las 61 veces de los gradua dos y licenciados universitarios y una media de 59 veces de las personas que abandonaron los estudios. Los hombres con un horario de trabajo de nueve a cinco tenían una media de 48 relaciones sexuales al año, mientras que los que trabajaban más de 60 horas a la semana, incrementaban esta cantidad hasta llegar a las 82 veces, seguramente el aumento de testosterona disparaba su capacidad laboral y sexual. Los amantes del jazz registran un 34 por ciento más de relaciones sexuales que los fanáticos del pop, mientras que los entusiastas de la música clásica se sitúan a la cola de la clasificación.

Los hombres reciben la testosterona por dosis, unas siete al día y la más importante (el doble de cantidad) se produce al amanecer, antes de que el hombre se prepare para ir a cazar. En general, la testosterona en el cuerpo del hombre es un 30 por ciento más baja al atardecer, cuando en la época primitiva se sentaba al lado del fuego.

El apetito sexual y el estrés

El apetito sexual de una mujer se ve alterado, en gran medida, por los acontecimientos que ocurren a lo largo de su vida. Si sabe que está a punto de ser despedida en el trabajo, si tiene que realizar un proyecto muy difícil, si las facturas domésticas se han multiplicado, si los niños están enfermos, si se ha calado hasta los huesos cuando se ha puesto a llover o si el perro se ha escapado está claro que el sexo no entrará en sus planes. En esos casos, sólo piensa en irse a la cama y dormir.

En cambio, si le ocurre lo mismo a un hombre, él buscará en el sexo su somnífero ideal, ya que le ayudará a deshacerse de las tensiones y el estrés acumulados a lo largo de la jornada. Por ello, al final del día, lo intenta con la mujer, ella le llama caradura e insensible, él a su vez, la califica de frígida y se va a dormir al sofá. ¿Le suena familiar? Resulta curioso que cuando se le pregunta a un hombre sobre su relación, éste responda según hayan sido los servicios que ella le ha ofrecido ese día, por ejemplo, si le ha preparado un buen desayuno, si le ha planchado la camisa o le ha dado un masaje en los hombros. Ante la misma pregunta, las mujeres describen su relación según los acontecimientos más recientes, por ejemplo, si él ha estado atento con ella durante los últimos meses, si le ha ayudado en las tareas domésticas y si se ha mostrado comunicativo. La mayoría de los hombres no entienden esta diferencia. Él se puede haber comportado como un caballero durante todo el día y ella sigue rechazando sus proposiciones sexuales porque todavía está resentida por aquel insulto que le dijo a su madre hace dos semanas.

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