El humo de cigarro evoca mucha sensualidad, pero si en las cajetillas pusieran la leyenda que en vez de ser perjudicial para la salud puede ser nocivo para la vida sexual, la fertilidad y la salud del feto, en caso de embarazo, ya no se vería tan simpático. Sin hablar de la gente que se ha quemado por la distracción o mientras se duermen con el cigarro encendido.
Para empezar, permíteme decirte que los pezones de los varones son vestigios de glándulas mamarias femeninas suprimidas por las hormonas masculinas durante la etapa fetal.
En las primeras cinco semanas de vida los órganos reproductivos son los mismos para ambos géneros, en un nivel subdesarrollado. Tienen elementos similares: un tejido con la opción de desarrollarse en un pene o en un clítoris, un pliegue de piel embriónica que puede crecer en un escroto o labios vaginales; ciertos tejidos dentro del embrión con la capacidad de convertirse en testículos u ovarios.
En cierta forma el 'modelo' básico embrionario de un ser humano es femenino, aunque las modificaciones masculinas, según sea el caso, vienen después.
Cuando el niño hereda la programación masculina derivada del cromosoma Y de su padre, entre las semanas 5 y 11 el embrión comienza a juntar el tejido para formar los testículos, los que muy pronto empiezan a producir testosterona; así, lo que iba a ser un clítoris se convierte en un pene, los pliegues de la vagina en un escroto que después albergará los testículos, mientras que las glándulas mamarias son bloqueadas y sólo quedan de recuerdo los pezones.
El mecanismo es idéntico al del miedo: corazón desbocado, rodillas flojas, sensación peculiar en la boca del estómago. Todo ello depende del sistema nervioso vegetativo, el que rige las funciones corporales que no dependen de nuestra voluntad, como precisamente el ritmo y la intensidad del latido cardíaco.
Cuando el cerebro como «elemento pensante» detecta una amenaza, o en el caso del individuo enamorado, la presencia del objeto de sus deseos, se desencadena un conjunto de reacciones encaminadas a poner el cuerpo en condiciones de atención y velocidad de reacción máximas. Se envía la alarma al hipotálamo, y éste dispone la secreción urgente de hormonas del estrés, sobre todo la adrenalina. Al mismo tiempo, determinados haces nerviosos transmiten al corazón la orden de estar preparado para cualquier eventualidad.
En eso se parecen el miedo y el amor, tan diferentes por lo demás: ambos ponen al organismo en disposición de realizar un esfuerzo extremo.
Considerada problema de salud pública, la amibiasis es una parasitosis causada por un protozoario -la amiba- de nombre científico Entamocha histolytica. Este microorganismo es capaz de producir serios problemas gástricos, hepáticos e, incluso, neurológicos.
En una ocasión tuve que salir casi de madrugada del trabajo, al salir tenía que viajar por carretera a 300 Km de ahí, como no pude comer, tuve que comprar la cena en la estación de autobuses. No había ni cruzado la calle, cuando el estómago comenzó a emitir toda clase de ruidos. Y durante las siguientes horas no viaje en mi lugar, sino sentado en el baño… un verdadero infierno.
Una de las formas más comunes de contagio es el llamado "portador asintomático", que es un individuo que carga con quistes del protozoario sin presentar manifestaciones clínicas. Éste paciente es capaz de transmitir la enfermedad por medio de un ciclo denominado ano-mano-boca. Para erradicar este padecimiento, las autoridades sanitarias sugieren un tratamiento con amebicidas, fomentar el lavado de manos antes de tomar alimentos y después de ir al baño, evitar el fecalismo al aire libre y visitas médicas constantes.
A nivel social, se requiere de agua potable, drenaje, un manejo adecuado de la basura y el control sanitario de los manejado- res de alimentos.
Mi madre murió de las complicaciones generadas por un cáncer mamario mal diagnosticado, lo cual derivó en 5 años de ir y venir a hospitales.
Una simple exploración mamaria hubiera ayudado a detectar el mal y muy probablemente aun seguiría con vida.
Tanto hombre como mujeres pueden ser víctimas del cáncer de mama y una simple autoexploración periódica significaría la diferencia entre controlarle, perder un seno o salvar tu vida. Ármate de valor y autoexplórate.
1.- De pie frente al espejo coloca ambos brazos a los costados del cuerpo. Procura iluminación natural y evita las sombras. Observa la forma de los
senos, su simetría, el aspecto de la piel (que no parezca cáscara de naranja) y el color de los pezones. Gira para observar su estado de perfil. Busca enrojecimiento, abultamiento u hoyuelos. Pon especial atención en que las areolas y los pezones no presenten hundimientos.
2.- Repite la evaluación, pero esta vez levanta el brazo del flanco contrario del lado que examinaste. Obsérvate de frente para comprobar que al levantar los brazos ambas mamas se levan de manera simétrica, no alteran su figura circular natural y no forman “bolitas” o hundimientos.
3.- Utiliza la mano contraria a la del pecho que vas a palpar. Unta tus dedos con aceite de bebé o crema, esto favorece la exploración. Emplea la yema de los tres dedos medios con un movimiento en espiral que comience desde la base del seno hasta llegar a la areola. Intenta el mismo orden en la palpación, sin dar saltos de una zona a otra.
4.- Con tus dedos índice y pulgar presiona con suavidad, de manera intermitente, los pezones para comprobar si expulsan algún líquido. En caso de que aparezcan, analiza su aspecto y cométalo con tu ginecólogo. La segregación puede ser transparente, lechosa o sanguinolenta, espesa o viscosa.
5.-Se cuidadosa con la inspección del cuadrante “supero-externo”, la parte de la mama más próxima a la axila, pues es en esta zona donde se detectan más de la mitad de los tumores relacionados con cánceres de mama. Finaliza la exploración: baja el brazo y explora el área de la axila para descubrir nódulos o “bultos”. No es necesario que te apresures.
6.- Una vez que termines, repite los mismos pasos de la exploración en el otro seno, pero esta vez utiliza la mano contraria.
Un estudio realizado por el Centro Duphar sobre Estreñimiento concluyó que el género, ser mujer, es un factor de riesgo para padecer estreñimiento, ya que las características fisiológicas y hormonales propias (le las mujeres y su estilo de vida favorecen la aparición de esta dolencia.
Entre los condicionantes fisiológicos que generan problemas de evacuación se encuentra el embarazo, pues durante este periodo las hormonas liberadas redundan negativamente en el tono muscular de los tejidos implicados en la excreción. Estos tejidos se deterioran también con el desgaste físico de los alumbramientos y la edad.
Los hábitos de higiene son otro factor, pues se calcula que hasta 77% de las mujeres evitar acudir al baño fuera del hogar, por lo que suprimen los deseos de satisfacer esta necesidad. Un factor más en el desarrollo del estreñimiento es la cantidad de líquido que se ingiere, ya que sólo 31% de las mujeres acostumbra beber más de cuatro vasos al día, esto provoca que la materia fecal en el intestino grueso se endurezca y no transite adecuadamente.
Se recomienda evitar las succiones demasiado fuertes o las mordidas, y se aconseja masturbarse mientras tanto para compartir el placer. Implica riesgo de contagio de varias enfermedades, por lo que es indispensable el uso de condón o láminas dentales de silicón, de venta en las sex-shops.
Se puede amamantar después de un cáncer y con un solo pecho. Se conocen muchos casos de mujeres que han dado lactancia materna exclusiva a trillizos, lo que demuestra que para un niño es suficiente con dos tercios de pecho.
Hay varios artículos científicos publicados sobre madres que han amamantado después de un cáncer. Uno de los más interesantes habla de 11 madres que tuvieron 13 embarazos tras una cirugía conservadora (sin quitar el seno) y radioterapia. Del pecho irradiado a veces salía algo de leche, y a veces nada, pero dieron el otro pecho.
Teniendo en cuenta estos testimonios, conviene esperar de tres a cinco años después del tratamiento para buscar un embarazo.
Frente a una situación inminente de peligro, ya sea subjetivo o real, la inmensa mayoría de los hombres sienten cómo se retrae el aparato genital, en concreto los testículos, el escroto -la bolsa que los contiene- y el pene.
Según los biólogos, obedece a un mecanismo de protección de esta zona corporal heredado de nuestros ancestros. Se trata de una respuesta del sistema nervioso vegetativo frente a un peligro. La sensación de encogimiento genital se produce por la contracción del músculo cremáster, que tira de los testículos hacia arriba, y de la piel del escroto.
Ante el peligro, la musculatura genital tira hacia arriba los testículos y la piel del escroto se contrae.
