¿Qué pasaría si te zambulleras en el agua para nadar inmediatamente después de haber tomado un gran almuerzo?

El picnic familiar al lago o a la playa suele propiciar esta situación. Acabas de zamparte una enorme hamburguesa con queso y a continuación no has podido resistirte a un perrito caliente con un poco de ensalada de patatas. Hace calor, y el agua fresca y cristalina ejerce en ti una poderosa atracción. En realidad, «No vayas a nadar antes de que haya transcurrido una hora desde la comida» sería un buen consejo. Si te zambulles inmediatamente después de una copiosa comida, podrías sufrir calambres y correr el riesgo de morir ahogado. ¿Por qué?

Como es bien sabido, el cuerpo siempre controla sus necesidades de energía, y en este sentido, las necesidades conflictivas pueden causar problemas. Cuando acabas de comer, los alimentos se hallan en plena digestión en el estómago, y durante la misma, los músculos estomacales realizan una increíble cantidad de trabajo, necesitando un extraordinario aporte sanguíneo. De repente, decides ir a nadar. Los músculos de los brazos y las piernas también están trabajando arduamente, y en consecuencia también necesitan mucha sangre. Por desgracia, el manejo de dos tareas tan pesadas como éstas es más de lo que el organismo puede soportar. No hay la suficiente sangre ni oxígeno para acomodar las dos cargas de trabajo, con lo cual, los músculos empiezan a sufrir calambres.

En tierra firme, los calambres musculares no son nada del otro mundo; simplemente incomodan. En este caso, basta dejar de hacer lo que estabas haciendo hasta que se pasan. Pero en el agua son otra historia. Si son muy fuertes, serás incapaz de mantenerte a flote. Por consiguiente, si concedes a tu organismo el tiempo suficiente alrededor de una hora para digerir los alimentos y aliviar la carga de trabajo del estómago, reducirás el riesgo de calambres.

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